Reseña disco Zahara, Puta
Llevo más de una semana dándole vueltas a cómo enfocar la reseña de este disco. No es tarea fácil al tratarse de un álbum que está a punto de situarse en el panteón de las obras magnas del pop español. Si a esto le sumamos el concepto sobre el cual gira el mismo, creo que no hay reseña que pueda estar a la altura de las once canciones que componen Puta.
Podría concluir mi crónica recomendando su escucha de forma incesante a la par que reposada. Tan solo con una invitación a sumergirse en este profundo viaje de dolor, contrición, esperanza y desilusión merecería la pena, pero al igual que tras una escucha necesitas más, me aventuro a expresar mi opinión sobre el último disco de Zahara.
El artefacto sonoro que lanza a tumba abierta la artista jienense se cuela por las venas de la melomanía a golpe de cruda realidad. La maquinaria se pone en marcha con flotante, una exposición introductoria de todo lo que está por venir y eso no es nada más ni menos que MERICHANE, un himno que nunca te cansas de escuchar gracias a su magnífica estructura armónica pero donde sobresale un relato creado a golpe de fragilidad, rabia y acertado señalamiento de los culpables de esta situación.
Un aldabonazo a la conciencia colectiva y, sobre todo masculina, que asfixia, golpea y arrincona a una artista que ajusta cuentas tras un repugnante sufrimiento al que ha sido sometida de forma sistémica y sistemática. A partir de este momento, si se es capaz de salir del contradictorio estado de shock y algarabía, nos adentramos aún más en la senda de la reconstrucción de Zahara, donde hallamos artilugios sonoros tan contundentes y sobresalientes como la impactante canción de muerte y salvación, TAYLOR y su reverso SANSA, el oasis que supone berlín U5 y, la que es para mí la obra maestra del álbum: Ramona. Una virtuosa composición de spoken word tan empática como infecta donde el costumbrismo se hace canción de denuncia y exorcismo. Una auténtica maravilla.
El disco es rematado con composiciones de atrevido rango musical, donde la experimentación musical campa a sus anchas sin olvidarse de golpear la médula del conflicto seminal de «Puta». Todo ello rematado con la investigación de las raíces que supone Dolores.
Zahara ha traspasado todos los límites narrativos, musicales y estilísticos para entregarnos la que quizás sea la obra musical de mayor y lacerante impacto que se ha creado en años. Un artefacto de exquisito envoltorio (las ediciones físicas del disco son una auténtica maravilla) que esconde un majestuoso a la par que cruento relato autobiográfico elevado a magnificencia pop merced a su barroca, pegadiza y demoledora estructura musical que teje una narración orgánica, iracunda, rabiosa, violenta, hiriente y sumamente brillante.
Una experiencia conceptual de difícil digestión y constante repiqueteo en cabeza, corazón y alma en cada escucha. Una creación épica de hiriente lírica a pesar de lo cual exhala una luminosidad propia de quien exorciza su pasado e incluso su presente a través de poderosas canciones de refulgentes melodías y armonías. Porque al final uno cicatriza y hay algo bonito en una cicatriz. Significa que ya no te duele, que la herida se ha cerrado y ha sanado para siempre. Un disco para la historia.
Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas