El acoso y derribo de The Murder Capital en Madrid
La banda irlandesa, The Murder, ofreció un potente y sobresaliente concierto en la Sala Nazca de Madrid, dentro del tour que le ha llevado a recorrer hasta cinco capitales españolas, para presentar su formidable segundo trabajo: Gigi´s recovery
Cuando a principios de año vio la luz y llegó a mis oídos el nuevo disco de The Murder Capital, no dudé ni una escucha en colocarlo en aquellas listas de lo mejor del año, que acabábamos de cerrar para la temporada anterior, y en la cuales seguirá ocupando un lugar de privilegio cuando apenas restan dos meses para el final de este 2024.
Tanto me centré en este trabajo, que por un tiempo di por hecho que era el debut de la banda, hasta que descubrí su obra seminal, When I have fears, lanzada a mediados de 2019 y sepultada, al menos en mi biblioteca, durante la ya lejana pandemia del año siguiente. Este primer trabajo, de notable factura, ya anticipaba un sonido que navegaba en la oscuridad del post-punk que caracteriza a The Murder Capital, y contenía una colección excelsa de canciones para una formación de nueva creación, pero lo cierto es que con Gigi´s recovery, el quinteto irlandés ha conseguido ensamblar un discurso definitivo a través de doce cortes que crean una obra casi conceptual donde cada uno de ellos nace y crece desmesuradamente relatando un discurso impecable al que se le suma una producción redonda, con la inclusión de unos sintetizadores que engarzan a la perfección con un muro sonoro ya de por sí contundente, acariciando con acierto texturas cercanas al shoegaze.
Así se presentaban los de Dublin en la madrileña y recatada Sala Nazca de Madrid, donde su ya fiel horda de seguidores se agolparon para disfrutar de un concierto que apenas superó los la hora de duración, pero que cumplió y superó en muchos casos las expectativas de un grupo que funcionó como una apisonadora desde el primer hasta el último minuto de concierto, gracias a un sonido perfectamente ecualizado, en el que se aunaba la arrolladora unión de cada uno de sus elementos, pero en el que podías disfrutar del protagonismo individualizado de cada uno de ellos.
Si bien, muchos los podríamos etiquetar como los hermanos pequeños –casi mejor medianos- de Fontaines DC, lo cierto es que estando a años luz de sus compatriotas en cuanto a popularidad se refiere, se les presupone un futuro enormemente prometedor, y sin afán de hacer comparaciones, una actitud y presencia sobre el escenario diferencial en cuanto a sus hermanos mayores, y el resto de grupos de rock a los que puedan compararse generacionalmente.
James McGovern, fascinante frontman del que ya disfrutamos en la última edición del BBK Live, es una bestia encima del escenario –o incluso sobre al público al que se lanzó en más de una ocasión- acaparando un protagonismo que, sin embargo, no eclipasaba al resto de una banda que no deja de captar tu atención, y que nos deleitaron desde el inicio gracias a canciones impolutas como “Return my head”, quizás la canción más rock y accesible del grupo, la intensidad de la batería de Diarmuid Brennan en “A thousand lives”, el desgarrador e hipnótico bajo de Gabriel Paschal Blake en “For everything for nothing” o los relevantes sintes de “The stars will leave their stage”. Todas ellas escoltadas por las guitarras percutoras de Damien Tuit y Cathal Roper que se repartían el protagonismo y el acompañamiento a las seis cuerdas, creando una atmósfera melódica donde la tristeza y la rabia explotan a cada paso.
Llegamos casi sin aire a una parte media del concierto donde el tempo de las canciones parecía frenar para establecerse sin remedio en un valle que, si bien alcanzaron en cuanto a ritmo, no sucedió lo mismo con la pasión, conexión y fuerza de un grupo que no deja de dar puñetazos encima de la mesa, con temas tan inspiradores como “Crying”, “Green and blue” o desoladores y sublimes como el propio “Gigi´s recovery”.
Con un McGovern desatado y ejerciendo su papel como agitador de masas, con esa insultante pero madura juventud, y una apariencia que le dibuja entre el malditismo de Curtis y la estampa de Morrisey, llegamos al final de la noche de la mano de la demoledora “Feeling fades” y el apogeo breve pero intenso de “Don´t cling to life”.
Un concierto del que se hablará cuando The Murder Capital vuelvan a nuestro país para copar espacios mucho más amplios. Si no has llegado al que te acabo contar, al menos déjate someter por su efímera, pero maravillosa obra.
Redacción: Iñaki Molinos