Crónica Festival Tomavistas
“Atreveos: el progreso solamente se logra así.””.
Víctor Hugo
Cuesta tomar distancia de un ser querido. La implicación y vínculo emocional que adquieres con personas cercanas con las que compartes algo, neutralizan en gran parte el sentido crítico a la hora de juzgar sus acciones y las consecuencias derivadas de éstas. En el caso del Festival Tomavistas, me pasa algo parecido. Intento alejarme a nivel emocional (ya he comentado que este festival forma parte muy importante de mi vida) pero me cuesta mucho, aún así creo que en esta quinta edición, funcionó a modo de confirmación de una mayoría de aspectos y de interrogantes sobre una minoría.
Respecto a las primeros, cabe destacar, una vez más, lo sobresaliente de su cartel. Alejados de convencionalismos y recursos fáciles, los creadores del Festival Tomavistas nos deleitan año tras año con una retahíla de excepcionales bandas, que son difíciles de encontrar, ya no en otros festivales (cada día más ajustados a ofertas extraídas de una hoja de Excel) sino también en giras particulares.
De este modo, el Parque Tierno Galván, acogió las sobresalientes actuaciones de unos noqueantes Deerhunter, cuyo despliegue sonoro resulto apabullante, embaucador; tan sobrecogedor y turbador como lo es la propia creación de Bradford Cox, quien se agiganta en la interpretación en vivo de sus temas tal como demostró en la jornada del sábado.
Memorable también, el recital de Beach House. Un auténtico sendero sónico por veredas cósmicas que puso en trance a una audiencia expectante, que se dejó llevar ante la propuesta de los de Baltimore quienes, a pesar de unos últimos discos erráticos, dieron un soberbio golpe en la mesa, reivindicando una obra hipnótica generada a través de una sugerente y vaporosa atmósfera melódica que meció al público en la gélida noche que caía sobre el parque madrileño que vivió una división de opiniones tras la actuación de una de los grupos más esperados del momento: Cigarettes After Sex. Fenómeno de última época gracias a una colección de canciones sobresalientes, que gozaron de una notable ejecución en el escenario pero, que el propio diseño de las mismas, provoca una cierta languidez en el sonograma de su recital, que puede llegar a transmitirse a una audiencia absolutamente receptiva que “sufrió” uno de los males de las actuaciones en vivo: la imparable charla entre los asistentes, cuestión ésta, que lastra actuaciones tan sigilosas y necesitadas de atención como es la de Cigarettes.
En el otro extremo de la languidez se sitúa la apisonadora en la que se han convertido desde hace años Triángulo de Amor Bizarro. Resulta muy difícil una mala actuación de los gallegos y en el Tomavistas no defraudaron. Guitarras oxidadas y melodías punzantes que bombardean incesantemente sobre nuestras cabezas. Cuestión muy parecida la que ejecutan Wooden Shijps, auténticos martillos pilones inmersos en una especie de rock psicotrópico que agita y golpea con precisión quirúrgica. Si hablamos de raíces psicotrópicas, nada mejor que el ejemplo patrio de Los Estanques. Los cántabros alumbraron el Escenario Jaggermaster (novedad en el festival) con su psicodelia repleta de matices que, aun requiriendo un mejor sonido, surtió el efecto buscado entre los apelotonados oídos de los allí congregados. Apelotonamiento que fue una constante en el escenario Dr. Martens, sobre todo en el concierto del dúo Cala Vento que, con la pujante necesidad de afinar su lírica, se desenvolvieron con un alucinante desparpajo durante su corta actuación, gracias a su galvánica y contagiosa actitud y forma de tocar.
Decibelios rebajados los de Ángel Stanich en la inauguración del escenario principal en la jornada del viernes. Una actuación sosegada, a modo de vermú inicial, que concluyo con la coctelera agitada del sobresaliente Toro Y Moi cuya actuación, se vio adolecida por un sonido poco claro, sin matices, pero que revolvió los muy necesitados y un tanto extenuados cuerpos que terminaron por darlo todo gracias a otros de los destacados del Festival: Digitalism. Sesión febril, festera, con una trazabilidad melódica de primer orden que se comulgó perfectamente entre los últimos asistentes a la primera jornada.
Comunión que también existió con la esperada actuación del hype nacional del momento: Carolina Durante. A través de dos potentes singles, los madrileños han despegado de forma espectacular en el panorama musical patrio. Su esperada confirmación debería haber sido su disco debut, pero este queda lejos de una consagración, porque, independientemente de algún fogonazo o letra pegadiza, el álbum transita con una inesperada laxitud e intrascendencia que intentan solventar a través de una enérgica actuación en su forma, pero bastante carente de contenido y atractivo. Atractivo que mantiene aún en forma a Trépat. Los granadinos, progresan adecuadamente a cada concierto que dan. Su seguridad en las tablas se transforma en una mejor y mayor contundencia en la interpretación de los mismos. Sorprendentes también, Yawners, su vigoroso power-por encandila y agita a partes iguales. Fina ejecución, cimentada en una melodías que sacuden la epidermis y repiquetean en nuestra memoria días después de su actuación.
Otro de los grandes atractivos de este Tomavistas, era Spiritualized. Banda no apta al oído del asistente de festival más prototípico pero cuya excelsa discografía le convierten en actuación de obligado visionado allá por donde va. En esta ocasión, una puesta en escena tan particular como efectiva, permitió al ínclito Jason Pierce desgranar su cancionero con inusitada intensidad que fue perdiendo consistencia a lo largo de la misma. Eso sí, el primer tercio de esta hacía presagiar un acontecimiento memorable, que terminó por irse desfondando según iba concluyendo el recital.
A modo de reanimadores incombustibles ejercieron Joe Crepúsculo, y su verbena sandunguera inscrita en paisajes electrónicas y la fiesta total que desataron Friendly Fires mientras muchos de los allí reunidos empezábamos a echar de menos el Tomavistas contemplando su actuación previo paso a nuestro peregrinaje hacia hogares o after improvisados con la sensación y necesidad de querer más, porque, a pesar de algunas cuestiones solventables (el volumen de los escenarios, aunque creo que esto obedece más a una cuestión municipal o el trayecto y ubicación del escenario Dr. Martens), fuimos afortunados de vivir por quinta vez un festival único, tanto en su cartel, como en su paraje, así como en la emotividad que se desprende tanto en él como fuera de él, ya que es un lugar de encuentro, de convivencia, de amistad, de amor y de muy buena música.
Juan A. Ruiz-Valdepeñas