Crónica del concierto de Los Planetas en Madrid
07.12.2017
Wizink Center
“El gran estilo nace cuando lo bello obtiene la victoria sobre lo enorme.”
Nietzsche
La majestuosidad del concierto de Los Planetas el pasado siete de diciembre en el Wizink Center (por cierto, del que sólo se abrió el denominado ring; Kase O. abrió el recinto entero) se resume en la memorable, hipnótica, narcótica, vibrante y desgarradora interpretación de La Caja del Diablo como broche final a un recital que, nucleado en torno a su último disco, Zona Temporalmente Autónoma, dio cabida a un repertorio con temas de casi todos sus discos e incluso rescates de rarezas (la notable Prueba esto) que terminaron por configurar una auténtica ópera egipcia de más de dos horas de duración.
Un inicio un tanto desangelado, de calculada y probatoria languidez con canciones como Los Poetas, Seguiriya de los 107 Faunos, Señora de las alturas y Sí estaba loco por tí, dio paso a la soberana ejecución de Corrientes Circulares en el tiempo y Hierro y Níquel, a partir de la cual el concierto adquirió tintes de emotiva épica sentimental y emocional que fue trazada a través de los anteriores temas pero que iban alcanzar su epítome en el momento en que sonaron Islamabad y un repóquer de tonadas de inmersión nostálgica, donde la fuerza, el virtuosismo y la ferocidad con las que la atacaron resultaron dignos de enmarcar en lugares reconocibles de nuestra cabeza y corazón: Santos que yo te pinté, Segundo premio, Un buen día, David y Claudia y José y yo, rindieron a la audiencia a sus pies, a quienes aún les quedaban cuatro temas más antes (finalizando con Alegrías del incendio) de los tres bises , que abrieron con la inestimable ayuda de La Bien Querida con la preciosa No sé cómo te atreves y Espíritu Olímpico, para rematar esta primera tanda con Z.A.T. (brillante el reparto de nuevos temas entre tanta joya que impera en la cosmogonía planetaria) y así encaramarse en una montaña rusa de emociones y distorsión gracias a Nuevas Sensaciones, Pesadilla en el parque de atracciones y De Viaje, como adelanto y remate final para La Caja del Diablo (mención aparte para Eric y su posesa y enaltecedora labor), donde la elegía planetaria golpeó con todo sus saber hacer, impregnando a todos los allí presentes con la necesaria sensación de haber visto algo legendario porque, como expresó Séneca: “La vida es como una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada”.
Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas
Foto de archivo: Rafa Rubiales
