Crónica del concierto de Lana del Rey en Madrid
Palacio de Vistalegre
20.04.2018
“El mundo necesita mentes y corazones abiertos, y estos no pueden derivarse de rígidos sistemas ya sean viejos o nuevos”
Bertrand Russell
Lana de Rey pisó la arena del terrible Palacio de Vistalegre (en cuanto a acústica me refiero) para teatralizar su repertorio musical de pausada cadencia y efectos hipnóticos que cautivó a una audiencia absolutamente entregada desde el primer momento. No hubo tema que no fuera coreado y vivido con alta intensidad que, misteriosamente, chocaba con una cierta candidez y frialdad propia de aura crepuscular de mediados del siglo pasado. Esta afable receptividad del público resultó beneficioso para Cat Power, cuyo show se vio un tanto desmerecido por la acústica enmarañada y desquiciante de Vistalegre (algún día alguien me dirá porque se programan conciertos en este sitio) pero transcurrió de forma aceptable.
Pasadas las nueve y media de la noche, Lana del Rey hizo acto de presencia con sus coristas y su banda de formato reducido para interpretar, con toda la ayuda posible, bien del público asistente como de sus técnicos de sonido, diecinueve temas de entre los cuales no se dejó sus grandes hits sobre el tintero. Sonaron Cherry, Blue Jeans, Born to Die, Lust for life, Summertime Sadness y la celebérrima Video Games. Entre ellas, muchos más temas, sobre todo de su último disco, cuyo impacto fue equilibrando a la audiencia en un estado de éxtasis implosivo a cada paso que daba la artista, de presencia magnética y un tanto hipnótica (a esto también ayuda las sobresalientes proyecciones y escenografía) que desplegó un notable espectáculo, divertido, interesante, sugerente y a pesar de una cierta vacuidad trufada de dosis de impostura crepuscular, mereció realmente la pena.
Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas