Las cosas van genial para Band of Horses
La banda de Seattle presentó su nuevo trabajo, ‘Things are great’, en la madrileña sala La Riviera. Un concierto a medida en el que no faltaron grandes canciones de todo su repertorio, su habitual entrega sobre el escenario y un acogedor ambiente para completar una velada de lujo.
Podría hacer numerosas analogías de Band of Horses relacionadas con lo añejo, el aroma a madera o las barricas de roble americano, pero en esta ocasión me ceñiré al universo generado por una banda que bordea con elegancia la música de raíces, imprimiéndole contundentes raciones de rock independiente en el crecimiento sostenido -o incluso limitado- de su música a lo largo de las dos últimas décadas y los seis discos de estudio publicados por la formación.
Herederos de la nueva americana de principios de siglo y abrazando, como decíamos, las guitarras afiladas del revival garajero de la misma etapa, la banda comandada por Ben Bridwell arrancó su andadura con un debut majestuoso, ‘Everything all the time’ (2006), que aún hoy parece difícil de superar, y gracias al cual, su música empezó a correr como la pólvora por todo el planeta, llevándoles a actuar en numerosas ocasiones en nuestro país, hasta la visita del pasado domingo en la sala La Riviera de Madrid.
Y es que seguramente estemos demasiado acostumbrados a medir el éxito de una banda en función del recinto de nuestra ciudad donde toque esa noche. Aunque tengamos razón con esta perogrullada, al menos a nivel de rentabilidad económica, con los años se comienza a valorar la limitación en el crecimiento de determinados artistas, que regresan donde comenzaron hace tiempo con sus giras en solitario.
Habituales en nuestros festivales patrios, Band of Horses se personaban en la ribera del Manzanares para ofrecernos un espectáculo donde el enclave pareció brillar más de lo habitual, con un público agradecido que colmó hasta el último rincón de la mítica sala madrileña.
Un concierto a medida -90 minutos concretamente-, donde los de Seattle arrancaron con su habitual cercanía y despojados de cualquier artificio más allá de los habituales -y complementarios- equipos de luces, de la mano del intimismo de ‘For Annabelle’ -armónica incluida- y la energía desbordada de ‘NW Apt.’, ambas de su tercer álbum ‘Infinite arms’. Una declaración de intenciones, la de visitar sin reparo toda su discografía, que se afianzó a lo largo de un repertorio que arrancó con los habituales problemas de sonido, traducidos en una saturación que se fue modulando desde el inicio, para terminar de sonar de manera celestial apenas alcanzábamos el quinto corte de la noche.
Empoderados en su particular arte de fusionar porciones puramente melódicas con otras repletas de sonido pesado, fue transcurriendo la actuación en un vaivén acogedor de piezas como la maravillosa ‘No one´s gonna love you’, donde salió a relucir por primera vez la emocionantísima -y sempiterna- interpretación vocal de Bridwell, ‘Warning signs’, como primera representante de su último trabajo, cargada de tres guitarras eléctricas sobre el escenario -Ryan Monroe la alterna con un fantástico trabajo a los teclados- o la primigenia ‘The great salt lake’, como gran muestra de ese sonido tan genuino que definía anteriormente.
Con el bloque más country de la noche, y aun con un sonido excelso, se produjo cierta desconexión generalizada, que lejos de estropear la instantánea, pareció imprimirle incluso más autenticidad. Aunque quede feo decirlo, con ‘Older’ o ‘Neon moon’ -versión del dueto country Brooks & Dunn- la Riviera se transformo en una suerte de local de ruta americana, donde la multitud charlotea y se emborracha mientras una maravillosa banda resuena de fondo en sus oídos.
Afortunadamente para todas las partes, el quinteto levantó de nuevo al personal con mano firme, gracias al viaje a ‘Laredo’, el combo animado de ‘Lights’ y ‘Crutch’, los dos últimos temas tocados de su nuevo álbum, para cerrar casi sin que nos diera tiempo a mirar el reloj con la poderosa ‘Cigarrettes, wedding bands’, desembocando en el escalofriante punteo de la monumental y hasta el momento insuperable ‘The funeral’. Delicadeza, melodía, explosión.
Después de aquello y la extenuación del respetable, poco quedaba más que aplaudir un concierto de notable alto -su nota media habitual-, que finiquitaron con una sorprendente y acertada versión del ‘Never tear us apart’ de INXS y el jovial folclore de ‘The general especific’ en los bises.
Y como prometí evitar las analogías enológicas, es justo decir que volví a disfrutar una actuación de Band of Horses cortita y al pie, como les gusta a los mejores peloteros.
Redacción: Iñaki Molinos.