Mundo Perdido
Yoshihiro Tatsumi
Satori Ediciones
La idea que tiene cualquier persona convencional sobre el tebeo tiene que ver con la infancia. Si ya mencionas manga, pues seguramente piensen en sus hijos. Y hacen bien porque la realidad es que la chavalería actual está enganchada a este tipo de cómics.
Una prueba es un fenómeno de ventas como Tokyo Revengers de Ken Wakui, donde viajes en el tiempo se mezclan con la violencia de las bandas juveniles. Otra prueba, pero ya para adultos, es la saga Rastros de Sangre de Shuzo Oshimi que, para el que esto escribe, es probablemente el mejor cómic de los últimos años. No recomendable para almas sensibles al ser lo más retorcido que uno ha leído en mucho tiempo, con madre e hijo adolescente de por medio. Y es que el manga, pese a la idea de ser un género juvenil, que también, es un referente de la cultura japonesa para adultos.
Mundo perdido de Yoshihiro Tatsumi es un ejemplo de ello. Este mangaka (así se llaman a los autores de cómic en Japón) empezó como muchos realizando mangas juveniles, deudores del estilo Walt Disney, el oligarca de los sentimientos infantiles. Hubo un momento es que se hartó, quería que su obra se dirigiera a un público adulto. Se largó y fue el fundador de un estilo conocido como gegika, cuyo significado quiere decir imagen dramática. En los años sesenta, este autor revolucionó el lenguaje del manga con estremecedoras historias cortas. Todas ellas son recogidas por la encomiable editorial Satori, como es el caso de este volumen, o el anterior de este mismo autor, titulado con su apellido: Tatsumi.
Una serie de relatos los de este volumen donde vemos a la clase trabajadora más miserable de la sociedad japonesa. Tipos que se buscan la vida de la peor manera, con trabajos alienados, al tiempo que las mujeres tienen como única salida ser geishas o señoritas de compañía (no confundir con la prostitución, algo que no entiende nuestra obtusa mente occidental). Uno de los temas recurrentes en este tomo son los abortos ilegales. La imagen de las cloacas con los nonatos flotando en sus aguas pueden herir más de una sensibilidad.
Son historias dolorosas donde, por ejemplo, un obrero sacrifica su brazo para satisfacer económicamente a su mujer; un tipo, encargado de empujar a los usuarios del metro, comienza a ser acosado por una mujer solitaria y sus hijos; un costurero tiene como mejor amiga a una muñeca erótica al mejor estilo del Tamaño Natural de Berlanga; un asesino a sueldo se pone enfermo cuando recibe un encargo, así que lo palía maltratando a su mujer o viendo documentales sobre el Holocausto; una rata se queda embarazada de un hombre cuya pareja es a su vez una geisha que huye ante el acoso de la roedora parturienta. Como ven, historias que mezclan neorrealismo con lo más bizarro.
Por eso resulta agotador tener que explicar que los tebeos van más allá del entretenimiento infantil. Lo que pasa es que algunos tienen miedo de que en este sistema nuestro tan hipócrita, les tachen de vivir en un eterno mundo adolescente (mejor eso que estar jodidos ocho horas en una oficina por una miseria), o lo que es peor, de depravados.
Redacción: Gonzalo Visedo